GENTES,
COSTUMBRES, TRADICIONES, HISTORIAS, PATRIMONIOS Y PAISAJES DE LA PROVINCIA DE
CASTELLÓN:
Por: JUAN E. PRADES BEL (TALLER DE HISTORIA, MEMORIAS Y PATRIMONIOS).
(Sinopsis):
RECORDAR TAMBIÉN ES VIVIR....
(Serie): DATOS PARA LA HISTÒRIA Y LA RECREACIÓN MEMORIAL DEL ANTIGUO CAMINO REAL DE VALENCIA A BARCELONA (ACTUAL CARRETERA NACIONAL CN-340):
(Serie): LOS PERSONAJES PROPIOS DE LOS TRASIEGOS POR EL CAMINO REAL EN EL SIGLO XIX:
"LAS TAREAS DE ZAGALES Y MAYORALES EN LOS VIAJES CON DILIGENCIA EN EL AÑO 1833, SEGÚN LAS OBSERVACIONES QUE DESCRIBE EL HISPANISTA RICHARD FORD (1796-1858)".
Escribe:
JUAN EMILIO PRADES BEL.
INTRODUCCIÓN: Las empresas de diligencias de propiedad particular, empezaron a funcionar en España en el año 1816, la diligencia fue el medio de viajar más generalizado, bien organizado y práctico para los usuarios, los atractivos de los servicios de diligencias, ofrecían gran velocidad, con unos recorridos de desplazamiento de más de veintitantas leguas al día, hasta llegar a 36 leguas diarias dependiendo de los caminos y el tiempo; las diligencias ofrecían facilidad y seguridad para desplazarse; tarifas relativamente reducidas; organización comercial, horarios y paradas fijas; servicios de paradores, posadas y ventas a lo largo de la ruta, e incluso la previsión de indemnizaciones en caso de pérdidas y extravíos de maletas o mercancías, con estas mejoras de medidas y facilidades para el viajero, los empresarios consiguieron que se impusiera con exito la diligencia allí donde se estableciese para prestar servicio. En 1826, las diligencias conseguían recorridos diarios por los grandes itinerarios (Caminos Reales) de algo más de las veinte leguas, más de 110 kilómetros actuales diarios; había tres clases de pasaje: berlina, interior y rotonda, sus costes oscilaban entre 6,5 a 11,5 reales/legua en primera clase y entre 4 y 5,75 reales/legua en tercera clase. En 1854, los recorridos diarios habían aumentado a unas 36 leguas, unos 200 kilómetros al día; la capacidad de los vehículos llegaba hasta las 22 plazas en los mayores carros, y los costes unitarios habían descendido, siendo ahora de 3 a 5,63 reales/ legua en primera clase, berlina, y de 1,20 a 3,26 reales/legua en cuarta clase, imperial. Las postas estaban a unos 20 Km unas de otras.
EXPOSICIÓN:
Este artículo, trata de la vida, los métodos, los oficios y los trajines relacionados
con los servicios de diligencias del siglo XIX. La línea de diligencias, era un
tipo de transporte rodado de pasajeros, mercancías y correo postal que requería de
una importante y compleja maquinaria de organización. El
relato se basa en las experiencias propias de un viajero inglés llamado Richard
Ford, se trata de un curioso aventurero atraído por la antropología, la escritura y el periodismo, Ford escribía, dibujaba y describía de forma
concienzuda y realista las experiencias y situaciones de las que muy
atentamente era testimonio. En este artículo Ford nos describe con
detalle los oficios, tareas y forma de actuar del mayoral y el zagal o mozo que
son los conductores al mando de la diligencia en la que Richard Ford viajaba por la carretera real.
EXPOSICIÓN DOCUMENTAL: RICHARD FORD (1830-1833). “GATHERING FROM SPAIN”. “THINGS OF SPAIN. THE COUNTRY OF UNFORESEEN”. "COSAS DE ESPAÑA", “EL DESARROLLO DEL VIAJE EN DILIGENCIA EN LOS AÑOS 1830-1833”, DE LAS EXPERIENCIAS Y VIVENCIAS AUTOBIOGRAFICAS DE RICHARD FORD (narrador):
Textos de Richard Ford (1796-1858): "EL
ZAGAL: El equipaje se amontona encima, en la parte de atrás, o en una especie
de voladizo delante. Para guiar este vehículo se emplean dos personas. El jefe,
llamado mayoral , y su ayudante, el mozo, y mejor aún el zagal, proveniente del
árabe hispánico zaḡál «un muchacho fuerte y activo». Su traje es muy típico
y está basado en el andaluz, que es el que pone la moda en la Península en todo
lo que se refiere a toros, caballos, bandoleros, contrabandistas, etc., etc. Lleva
en la cabeza un pañuelo de seda de colores vivos, anudado de modo que las
puntas cuelgan por detrás; sobre esta reminiscencia del turbante árabe se
coloca un sombrero de ala ancha, alto y puntiagudo como un pilón de azúcar; la
airosa chaqueta es de piel negra, incrustada de herretes de plata y botones de
filigrana, o de paño pardo, con la espalda, las mangas y, en particular, los
codos ribeteados y adornados con flores y jarrones de paño de otro color
recortado y muchos bordados. Cuando la chaqueta está nueva, la llevan colgada
del hombro izquierdo, como los húsares. El chaleco es de rica seda de fantasía;
el calzón de pana azul o gris, adornado con franjas y botones de filigrana y
sujeto a la rodilla con cordones de seda y borlas. No va abrochado, y el cuello
de la camisa es vuelto y lleva una corbata vistosa, unas veces pasada por un
anillo y otras anudada. La cintura va ceñida con una faja encarnada o amarillo
vivo. Esta faja , sine qua non , es la antigua zona romana; sirve también como
bolsa, ciñe las caderas y abriga el vientre, lo cual es muy beneficioso en los
climas cálidos y evita la predisposición a las irritaciones intestinales; en la
faja se guarda la navaja, que forma parte integrante del español, y el zagal
suele colocar también en ella, por detrás, el látigo. Las adornadas polainas
van abiertas por arriba, en la parte exterior de la pierna, para que se vea la
media, que, por lo regular, es también lujosa; los zapatos son amarillos,
semejantes a los de nuestros vilorteros, y, generalmente, de piel de ternera
sin curtir, que como es del color del polvo, no necesita limpieza. Los
caleseros de la costa de Levante usan la media valenciana sin pie, que, como
está abierta al extremo, se parece a los bolsillos de los españoles. En vez de
botas llevan las antiguas sandalias romanas de esparto, con suela de cáñamo,
que se llaman alpargatas, del árabe “alpalgah”.
El zagal procura imitar el traje del
mayoral hasta donde sus medios se lo permiten. Este es el que está siempre
dispuesto para hacer toda clase de servicios. Viendo el incesante movimiento de
estos individuos no sería justo tacharles de indolentes, condición que se ha
atribuido indistintamente a todas las clases humildes españolas; va corriendo
al lado del coche, coge piedras para tirarlas a las mulas, ata y desata nudos y
derrocha un caudal de resuello y de juramentos desde que emprende el trabajo
hasta que lo deja. Alguna vez se le permite que se suba al pescante y se siente
junto al mayoral, para lo cual se coge siempre a la cola de la mula trasera
para ayudarse a subir a su asiento".
- "EL
ARRANQUE DE LA DILIGENCIA: El aparejar los seis animales, es una operación difícil;
primeramente se colocan todos los arreos en el suelo, y luego va llevándose
cada mula o caballo a su sitio y poniéndole los arneses correspondientes. La
salida es una cosa muy importante, y, como ocurre con nuestros correos, atrae a
todos los desocupados de los alrededores.
Cuando el tiro está enganchado, el mayoral toma todo el manejo de riendas en sus manos, el zagal se llena de piedras la faja, y los mozos de la venta enarbolan sus estacas; a una señal convenida cae sobre el tiro una lluvia de palos, silbidos y juramentos que le hacen arrancar, y, una vez en movimiento, sigue adelante balanceando el coche sobre rodadas tan profundas como los prejuicios de la rutina, con su lanza, que sube y baja como un barco en el mar revuelto, y continúa con un paso vivo, haciendo unas veinticinco o treinta millas diarias. Las horas de salida son siempre temprano, con objeto de evitar el calor del mediodía. En esto, las costumbres españolas son poco más o menos las mismas de los italianos, y siempre se puede dejar en libertad al calesero para que arregle y disponga las horas de partida y todos los detalles pequeños, que varían según las circunstancias.
Cuando hay un mal paso se le advierte a los animales del tiro llamándoles por su nombres y gritándoles "¡ arre, arre,...!" alternando con "¡ firme, firme !" Los nombres de las mulas o caballos son siempre sonoros y de varias sílabas, acentuando la última, que siempre se alarga y se pronuncia con un énfasis particular. Capitanaaa, Bandoleraaa, Generalaaa, Valerosaaa , todos estos nombres los gritan a voz en cuello y, seguramente, debe ser un magnífico ejercicio para los pulmones, al mismo tiempo que útil para ahuyentar a los cuervos del campo. El tiro lleva muchas veces más de seis animales y nunca menos, predominando las hembras; generalmente suele ir un macho que hace el número siete y que se llama el macho por antonomasia, como el Gran Turco, o un sustantivo en un discurso de Cortes, que rara vez va seguido de menos de media docena de epítetos; invariablemente se le coloca en el sitio de más trabajo y de peor trato, lo cual merece, pues el macho es infinitamente más torpe y más vicioso que la mula. Alguna vez hay un caballo de la casta de Rocinante, al cual se le llama también sólo el caballo , y éste es, por lo común, el mejor tratado del tiro. Ser un caballero significa en español ser un hombre correcto y bien nacido, y es el modo de dirigirse unos a otros, y se usa constantemente por las clases bajas, que nunca han montado en más cuadrúpedos que mulas o borricos.
El
guiar un coche de colleras es una ciencia especial, y en las diligencias se
siguen sus reglas. Es la diversión favorita del majo, que encuentra en ello un
placer mucho mayor que sus similares de Inglaterra; el arte no está
precisamente en manejar las riendas, sino en la apropiada modulación de la voz,
pues el ganado se maneja llamando a cada animal por su nombre, pronunciando
siempre muy de prisa las primeras sílabas: el “macho”, que es el más castigado,
es el único que no tiene nombre propio; repiten la palabra varias veces
seguidas, con objeto de hacerla más larga: “macho, macho, machooo,…” comenzando
por una semicorchea para ir en crescendo hasta llegar a una breve y componer al
fin entre todas una palabra polisílaba. El «caballo» también es llamado así
sencillamente, sin otro nombre especial, como tienen todas las mulas, y al que
atienden perfectamente; los dueños de ellas suelen decir que entienden sus
nombres y todas las palabras pintorescas y gráficas que les dirigen lo mismo
que «cristianas»; pero, a decir verdad, algunas veces parece que se
escandalizan y se molestan más que los bípedos de sus mismas creencias".
ADDENDA:
ADICIONES Y COMPLEMENTOS SOBRE LAS TEMÁTICAS Y MOTIVOS REFERIDOS Y CITADOS EN
EL ARTÍCULO. (POR JUAN E. PRADES):
QUARTERLY
REVIEW: La revista trimestral (Quarterly Review) era un periódico literario y
político fundado en marzo de 1809 por la casa editorial de Londres John Murray.
Dejó de publicarse en el año 1967. Fue conocido como The London Quarterly
Review, reimpreso por Leonard Scott, para una edición estadounidense.
MARIANO JOSÉ DE LARRA: (El periodista y político Mariano José de Larra (Madrid, 1809 - 1837), escribió un artículo, titulado “La Diligencia”, a continuación un pequeño fragmento de lo que describe Larra sobre este transporte:
Textos:“….El patio de las diligencias es a un cementerio lo que el sueño a la muerte, no hay más diferencia que la ausencia y el sueño pueden no ser para siempre; no les comprende el terrible “voi ch’intrate lasciate ogni speranza”, de Dante. Se suceden los últimos abrazos, se renuevan los últimos apretones de manos; los hombres tienen vergüenza de llorar y se reprimen, y las mujeres lloran sin vergüenza.
–Vamos,
señores –repite el conductor; y todo el mundo se coloca.
La niña, anegada en lágrimas, cae entre su madre y un viejo achacoso que va a tomar las aguas; la bella casada entre una actriz que va a las provincias, y que lleva sobre las rodillas una gran caja de cartón con sus preciosidades de reina y princesa, y una vieja monstruosa que lleva encima un perro faldero, que ladra y muerde por el pronto como si viese al aguador, y que hará probablemente algunas otras gracias por el camino. El militar se arroja de mal humor en el cabriolé, entre un francés que le pregunta: "¿Tendremos ladrones?" y un fraile corpulento, que con arreglo a su voto de humildad y de penitencia, va a viajar en estos carruajes tan incómodos. La rotonda va ocupada por el hombre de las provisiones; una robusta señora que lleva un niño de pecho, y un bambino de cuatro años, que salta sobre sus piernas para asomarse de continuo a la ventanilla; una vieja verde, llena de años y de lazos, que arregla entre las piernas del suculento viajero una caja de un loro, e hinca el codo, para colocarse, en el costado de un abogado, el cual hace un gesto, y vista la mala compañía en que va, trata de acomodarse para dormir, como si fuera ya juez. Empaquetado todo el mundo se confunden en el aire los ladridos del perrito, la tos del fraile, el llanto de la criatura; las preguntas del francés, los chillidos del "bambino", que arrea los caballos desde la ventanilla, los sollozos de la niña, los juramentos del militar, las palabras enseñadas del loro, y multitud de frases de despedida. –Adiós–Hasta la vuelta...)
BIBLIOGRAFIA:
- Juan Villuga, Pedro (1546):"Repertorio de todos los caminos de España: hasta agora nunca visto en el q[ua]l allará q[ua]lquier viaje q[ue] quiera[n] andar muy puechoso pa[ra] todos los caminantes co[m]puesto por Ped[r]o Juan Villuga vale[n]ciano, e impresso en Medina del Campo por Pedro de Castro, a costa de Juan de Espinosa, en el año 1546".
- Gonzalo Menéndez Pidal, 1992: "España en sus caminos",
Madrid, Caja de Madrid, 1992.
-Gonzalo
Menéndez Pidal, 1951: "Los caminos
en la Historia de España",
Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid.
-
Townsend, Joseph (1791): Viaje
por España.
-
Pedro Rodríguez de Campomanes, Conde (1761): Itinerario de las Carreras de
Posta de dentro y fuera del Reyno. De orden de su majestat Carlos III, Imprenta
de Antonio Pérez de Soto, Madrid, 1761.
-https://historiasdecarreteras.com/
-
Cavanilles, Antonio Josef (1795): Observaciones
sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reino
de Valencia. En la
imprenta real, Madrid, 1795.
- Richard Ford: "Gathering from Spain”. “Things of Spain. The country of unforeseen”. (Cosas de España: el país de lo imprevisto).
-
Richard Ford (1922): Cosas de España: (el país de lo imprevisto) 1796-1858.
Tomos I y II. Grabados: Gustavo Doré. Traducción directa del inglés y prólogo
de Enrique de Mesa. Madrid : Jiménez Fraud, año 1922. (Colección abeja ; 5 ;
6).
Richard Ford (1796-1858), retratado por Antoine Chatelain (1794–1859). |
Libro "Cosas de España", de Richard Ford. |
Torreblanca, y el camino real que entraba por el casco urbano, y el desvío de la carretera real (CN-340) por fuera de la población |
Oropesa y la carretera real sin asfaltar (CN-340). |
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