lunes, 14 de junio de 2021

LA BOTA DE VINO PARA EL CAMINO.

GENTES, COSTUMBRES, TRADICIONES, HISTORIAS, PATRIMONIOS Y PAISAJES DE LA PROVINCIA DE CASTELLÓN:

Por: JUAN E. PRADES (TALLER DE HISTORIA, MEMORIAS Y PATRIMONIOS).

(Sinopsis): RECORDAR TAMBIÉN ES VIVIR....

Serie: DATOS PARA LA HISTÒRIA Y LA RECREACIÓN MEMORIAL DE PERSONAJES, OFICIOS Y COSTUMBRES DE LOS TRASIEGOS POR EL PASO DEL ANTIGUO CAMINO REAL DE VALENCIA A BARCELONA (ACTUAL CARRETERA NACIONAL CN-340):

"LA TÍPICA BOTA DE PEZ PARA EL VINO, DE USO MASIVO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX, Y ENTRE LOS PERSONAJES PROPIOS DE LAS DILIGENCIAS, LOS VIAJES Y LOS TRASIEGOS POR LOS CAMINOS REALES, SEGÚN LAS OBSERVACIONES COSTUMBRISTAS DEL HISPANISTA RICHARD FORD, DE SUS VIAJES POR ESPAÑA, ENTRE LOS AÑOS 1830-1833".

Escribe: JUAN EMILIO PRADES BEL. ("Las historias escritas que me acompañan, me ayudan a pensar, a imaginar, a vivir, y a experimentar un mundo de vidas muy diferentes a la mía". J.E.P.B.).

INTRODUCCIÓ: La bota más típica de los españoles, es un recipiente hecho de piel curtida, y este era y es un utensilio de uso y fabricación muy típico en España. La bota se utilizaba para contener cualquier clase de líquido, pero su uso más tradicional era y es como recipiente para transportar el vino para una persona y día.

EXPOSICIÓN: Este artículo costumbrista y folklorista, trata sobre la vida y costumbres de los españoles del primer tercio del siglo XIX en los años previos al estallido de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), y su cercana relación ambigua de estos con el vino y el trago, y con la costumbre de llevar cada español, su propia bota de vino a cuestas colgada de su hombro o formando parte de su equipaje de mano. Este relato, se basa en las experiencias propias del viajero inglés Richard Ford, un curioso aventurero y antropólogo atraído por la cultura popular española. Ford escribía, dibujaba y describía de forma concienzuda y realista las experiencias y situaciones de su alrededor de las que muy atentamente paraba suma atención de todo aquello que era testimonio presencial, y que le resultase a su parecer arraigo cultural, comportamiento social y curiosidades propias de las costumbres españolas, las cuales sabiamente fue describiendo aquellas pintorescas situaciones y actividades cotidianas de sus compañeros de viaje españoles de hace 200 años. Este artículo describe con detalle lo narrado por Richard Ford sobre los manejos de uso de las inseparables botas de mano de los españoles, unos contenedores muy latentes en el espíritu de la necesidad prioritaria, de un consumo personal diario de vino y la cultura amigable de invitar a un trago a los amigos, y si tercia a otros pájaros de cabalgata, de los que siempre se encuentran de preparados oportunistas, habidos de chupar y succionar los caldos de una bota ajena, y les saben muy sabrosos los robados tragos a estos pícaros "gorreros", que por mala costumbre tomaban de recelo el vino que bien no merecían, sustrayendo los caldos de los confiados con bota y gentes de buen pensar que por ventura se cruzasen por el camino.

EXPOSICIÓN DOCUMENTAL: RICHARD FORD (1830-1833). “GATHERING FROM SPAIN”.   “THINGS OF SPAIN. THE COUNTRY OF UNFORESEEN”. "COSAS DE ESPAÑA. EL PAÍS DE LO IMPREVISTO ”.  LAS EXPERIENCIAS Y VIVENCIAS AUTOBIOGRAFICAS DE RICHARD FORD (narrador) DE SUS VIAJES POR ESPAÑA EN LOS AÑOS 1830-1833”:

Textos de Richard Ford (1796-1858): " LA BOTA: Aparejado todo de esta manera, en el arzón de la silla debe siempre añadirse una bota y la pistola de bolsillo de Hudibrás. Y digamos una palabra de esta bota, que es tan necesaria para el jinete como la silla para el caballo. Este utensilio tan asiático y tan español sirve de botella y de vaso al mismo tiempo a los peninsulares que van de camino, y no se parece en nada a los cacharros de vidrio o de peltre que se usan en Inglaterra. Tan fácilmente iría una española a la iglesia sin su abanico, como un español a la feria sin su navaja, como se pondría en camino un viajero sin su bota. La nuestra, la fiel confortadora de muchos caminos secos, compañera de largas jornadas, hoy reliquia de un pasado feliz, está colgada, como un ex voto al Baco ibero, al modo como los marineros de Horacio colgaban sus vestiduras húmedas en ofrenda a la deidad que les librara de los peligros del mar. Su piel, arrugada ahora por la edad y añorando infructuosamente el vino, conserva aún la fragancia del líquido rubí, sea el generoso Valdepeñas o el rico vino de Toro, y refresca nuestro olfato si por casualidad nos acercamos a su boca, teñida de rojo.

El rancio perfume del vino perdura en ella, haciéndonos la boca agua y quizá trayéndola también a los ojos. ¡Qué ensueño de aromas españoles, buenos, malos e indiferentes, despierta en nosotros nuestra amiga la borracha! ¡Qué recuerdos se amontonan, despidiendo el balsámico aroma del mediodía: de las olorosas llanuras y los montes cubiertos de tomillo, en donde Flora llama a sus pequeñas amigas las abejas; de las iglesias nubladas de incienso; de las cabras y los frailes, barbudos y odoríferos; de las ciudades, cuyo vaho de ajo, ollas, aceite y tabaco se eleva al cielo, mezclado con las mil fragancias que percibe el olfato de un hombre, ya desembarque en Calais o en Cádiz!. Ahí está colgada nuestra aromática bota, ahora un grato recuerdo. Cumplió su tiempo, y ya nunca se verá henchida, en la ardiente y sedienta España, para vaciarla de nuevo, que es aún mejor.

Esta bota, de donde se derivan los términos butt de Jerez, bouteille y botella, es la vasija oriental de cuero más antigua a que se hace alusión en el libro de Job, cap. XXXII, v. 19: «Mi vientre está a punto de estallar, como las vasijas nuevas»; y en la parábola de San Mateo, cap. IX, v. 17: «Ni echan vino nuevo en odres viejos. De otra manera se rompen los odres, y se vierte el vino y se pierden los odres. Mas echan vino nuevo en odres nuevos, y así se conserva lo uno y lo otro». Esta parábola pierde gran parte de su sentido con nuestra palabra bottle (botella), que, siendo de vidrio, no se estropea con el tiempo como una vasija de cuero. Una «botella de agua» de esta clase fue una de las pocas cosas que Abrahán dio a Agar cuando echó a la madre de los árabes, cuyos descendientes introdujeron su uso en España. Tiene forma de una gran pera o de bolsa de perdigones, y su cabida varía entre media arroba y cinco cuartillos. La parte del cuello va provista de una especie de taza de madera, por donde se bebe.

UN TRAGO: La manera de usarla es la siguiente: Se coge el cuello con la mano izquierda y se coloca la taza junto a los labios; después se va subiendo con la mano diestra, poco a poco, el extremo más ancho de la bolsa, hasta que el líquido, obedeciendo a leyes hidrostáticas, sube de nivel y llena la taza, en la que se bebe sin molestia alguna. La gravedad con que esto se hace, la larga, pausada, sostenida y sanchopancesca devoción de los valientes españoles cuando se les ofrece un trago de una bota ajena, son verdaderamente edificantes y tan profundos como el suspiro de satisfacción con que, después de haber trasegado vino hasta no poder más, se devuelven el precioso pellejo.

No vierten ni una gota del divino líquido, como no sea algún chapucero o novato que, levantándola antes de tiempo, se moje toda la cara. El agujero de la taza se estrecha con una espita de madera, perforada a su vez, y que se tapa con una pequeña estaquilla. Los que no quieren tomar un trago muy grande no quitan la espita, sino solamente el tapón pequeño, y entonces sale el vino en un chorrito delgado. Los catalanes y aragoneses casi siempre beben de este modo; nunca tocan el vaso con los labios, sino que lo mantienen a cierta distancia y dirigen el chorro a la boca o más bien a la mandíbula de abajo. Para los que no tienen práctica es mucho más fácil verterse directamente a la garganta que a la boca. Ellos lo hacen a la perfección, pues las botellas para, beber están hechas también con un pitorro largo y se llaman porrones.

EL PELLEJO: La bota no debe confundirse con la borracha o cuero, el pellejo de vino (odre), que es entero y hace las veces de barril. La bota es el recipiente al por menor; el pellejo es el de al por mayor. Es la típica piel de cerdo, cuya adoración en la Península sólo es comparable a la que se siente por el cigarro, por el duro y, a veces, hasta con el culto a la Virgen. En la mayor parte de las ciudades de España hay tiendas de boteros, en las cuales se pueden ver las sopladas pieles del sucio animal alineadas como los carneros en nuestras carnicerías. Al curtirlas y trabajarlas se les conserva la forma del cerdo, con patas y todo, excepto una: la piel va vuelta del revés para que la parte del pelo quede por dentro, y, además, esta parte es embreada cuidadosamente, como el casco de un barco, con objeto de que no se rezume; de aquí cierto sabor peculiar a cuero y resina, que se llama la borracha, muy característico de los vinos españoles, excepción hecha del jerez, que, como se hace generalmente por extranjeros, se conserva en toneles, según demostraremos al ocuparnos de los vinos. A un hombre ebrio, cosa mucho más rara en España que en Inglaterra, se le llama borracho, término muy poco lisonjero. Estos cueros, llenos, se cuelgan en las ventas y demás sitios de su culto, y se economizan la bodega, los toneles y el embotellado: tales fueron los panzudos monstruos a que Don Quijote atacara.

La bota está siempre cerca de la boca del español que puede procurársela; todas las clases sociales se hallan siempre dispuestas, al igual de Sancho, a dar «mil besos», no sólo a la propia, sino a la del vecino, que suele ser más codiciada que la mujer; por lo tanto, ningún viajero precavido viajará un paso por España sin llevar la suya, y cuando la tenga no la guardará vacía, sobre todo si tropieza con un buen vino. Cualquier individuo que os acompañe en España sabrá instintivamente dónde puede encontrarse buen vino, pues éste no necesita ramo, heraldo ni pregonero. En esto nuestra experiencia concuerda con el proverbio: más vale vino maldito que no agua bendita. En la escala de las comparaciones podemos decir que allí se hallará buen vino, mejor vino y el mejor vino, pero nunca vino malo. Los españoles son tan buenos catadores de vino como de agua; pero rara vez los mezclan, pues dicen que es hacer una cosa mala de dos buenas. Vino moro no quiere decir que va sucio, ni que tenga cualquier otra imperfección herética de las que implica la palabra, sino, sencillamente, que está limpio de todo bautizo con agua; por lo que de los pequeños tenderos asturianos, que tan mala fama tienen, se dice que por su arraigado hábito de adulterarlo todo, hasta aguan el agua.

Es una equivocación suponer que los españoles sienten una repugnancia oriental hacia el vino por el hecho de vérseles borrachos muy rara vez, y de que cuando van de viaje beban tanta agua como sus caballerías; su regla es: Agua como buey y vino como Rey. La gran cantidad de vino que beben, siempre que se les obsequia con él, hace pensar que su sobriedad habitual está más en relación con su pobreza que con su voluntad. A muchos de estos honrados ciudadanos se les puede conquistar por la panza en este clásico país, en donde el dios tutelar de los taberneros aun tiene guardadas las llaves de las bodegas y de los corazones, "Aperit praecordia Bacchus". Y este culto oriental no deja de estar motivado por los sabrosos manjares administrados previamente. Independientemente de las obvias razones que el buen vino ofrece para ser bebido, la naturaleza excitante de la cocina española induce a ello en gran manera. El uso continuo de condimentos fuertes y de pimienta, que es muy ardiente, provoca la sed, lo mismo que el bacalao, el jamón y los embutidos; ya lo dicen los proverbios: “La pimienta escalienta y a torrezno de tocino, buen golpe de vino”.

Esta digresión acerca de la bota nos será perdonada por todos los que hayan viajado por España y sepan, en consecuencia, lo indispensable de su uso. El viajero recordará, desde luego, el consejo que el bellaco del Ventero da a Don Quijote, de que siempre debe llevar camisas y dinero. “Pon dinero en tu bolsa”, dice también el honrado Yago, pues una vacía es un miserable compañero en la Península y en todas partes. No se debe nadie poner en peregrinación hacia Roma o Santiago sin llevar dinero abundante y una buena cabalgadura: “Camino de Roma, ni mula coja ni bolsa floja”.

ADDENDA: ADICIONES Y COMPLEMENTOS SOBRE LAS TEMÁTICAS Y MOTIVOS REFERIDOS Y CITADOS EN EL ARTÍCULO. (POR JUAN E. PRADES):

LA BOTA DE CUERO DE PIEL DE CABRA VUELTA: Richard Ford se creyó un bulo que le contaron de las botas que se fabricaban con piel de cerdo, cosa no cierta, puesto que las pieles empleadas para la fabricación de las botas de mano tradicionales de España, es la piel natural de cabra, una vez secada se curte con extractos vegetales o taninos, corteza molida obtenida de los árboles (mimosa, pino y encina). Posteriormente se corta el patrón de la bota, se esquila el pelo de la piel de cabra acortándolo un poco, posteriormente se humedece y se cose con el pelo por fuera, se hincha, se humedece, se pega la vuelta lo de dentro fuera, pasando el pelo a la parte interior de la bota, se vierte la pez al interior, la pez es un producto resinoso vegetal extraído del pino o enebro, elaborada por el botero y derretida a muy altas temperaturas, es con lo que el botero impermeabiliza el interior de la bota, se pone la boquilla, y el botero va continuando con los acabados.

LA BOTA DE MANO: La bota es un original recipiente muy español, las botas de mano tienen forma de gota o lágrima, bien rectos o con la boca curvada, y están realizados en piel de cabra cosida a mano y recubiertos interiormente de pez, siendo los brocales de asta de toro torneada. Con la evolución de las botas han aparecido modelos de diversas (a veces incluso extravagantes) formas; en lo que respecta a los materiales, es frecuente la sustitución del impermeabilizante interior de pez por látex mediante el uso de un recipiente interior preformado de este material; así mismo, el exterior se confecciona actualmente con otros cueros más baratos o con materiales sintéticos y los brocales son fabricados con materiales plásticos de diversas calidades como baquelita y otros plásticos con calidad alimentaria. La utilización de la bota, al igual que los odres o corambres se emplea principalmente para guardar y mantener fresco el vino, preferiblemente seco. A diferencia de estos, las botas son más pequeñas, por lo que se transportan con mayor facilidad y de ellas se bebe directamente. Actualmente su uso ha decaído bastante, pero se considera un referente tradicional de determinadas zonas campestres y actividades como las corridas de toros.

CONSERVACIÓN DE UNA BOTA: Una bota en uso no requiere mayor conservación que el lavado periódico, normalmente cada vez que se rellena. Si una bota se va a dejar sin usar durante un tiempo prolongado es recomendable lavarla con agua y dejarla en posición horizontal, a medio inflar, con una copita de coñac. No obstante, pueden surgir algunos problemas normales e inherentes a las características de esta particular vasija, que no afectan a la calidad de la bota y que son de fácil solución. En las botas de pez, cuando se deja la bota vertical durante mucho tiempo, la pez tiende a bajar. Para solucionar este problema basta refundir la pez y repartirla nuevamente por el interior de la bota. Para ello:

(1). Se necesita vaciar la bota de cualquier líquido y lavarla con agua.

(2). Se debe luego calentar la bota poniéndola al sol o calefacción.

(3). Una vez que la bota está bastante caliente, se debe presionar con los dedos la pez interior repartiéndola por toda la bota.

(4). Luego de ello se procede a inflar de nuevo la bota con cuidado, sin forzarla, y se deja enfriar quedando lista para su uso. 

PIMIENTA ESCALIENTA: Es al decir de los expertos, que la pimienta negra enardece las pasiones y excita el ánimo, y como insinuación indirecta, la pimienta sugiere y alude a la mujer morena, por contraste con la rubia, como proclama otro refrán: “Más vale gramo de pimienta que libra de arroz”.

BIBLIOGRAFIA, WEBGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES:

- Juan Villuga, Pedro (1546):"Repertorio de todos los caminos de España: hasta agora nunca visto en el q[ua]l allará q[ua]lquier viaje q[ue] quiera[n] andar muy puechoso pa[ra] todos los caminantes co[m]puesto por Ped[r]o Juan Villuga vale[n]ciano, e impresso en Medina del Campo por Pedro de Castro, a costa de Juan de Espinosa, en el año 1546".

- Gonzalo Menéndez Pidal, 1992: "España en sus caminos", Madrid, Caja de Madrid, 1992.

-Gonzalo Menéndez Pidal, 1951:  "Los caminos en la Historia de España",  Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid.

- Townsend, Joseph (1791): Viaje por España.

- Pedro Rodríguez de Campomanes, Conde (1761): Itinerario de las Carreras de Posta de dentro y fuera del Reyno. De orden de su majestat Carlos III, Imprenta de Antonio Pérez de Soto, Madrid, 1761.

-https://historiasdecarreteras.com/

- Cavanilles, Antonio Josef (1795): Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reino de Valencia. En la imprenta real, Madrid, 1795.

- Richard Ford: "Gathering from Spain”. “Things of Spain. The country of unforeseen”. (Cosas de España: el país de lo imprevisto).

- Richard Ford (1922): Cosas de España: (el país de lo imprevisto) 1796-1858. Tomos I y II. Grabados: Gustavo Doré. Traducción directa del inglés y prólogo de Enrique de Mesa. Madrid : Jiménez Fraud, año 1922. (Colección abeja ; 5 ; 6).

- Richard Ford (hispanista). wikipedia.





Trabajadores de la turbera de Torreblanca
 succionando el contenido de la típica bota.


3 comentarios:

  1. Majisimo, que entretenida la forma de escribir. Me encanta , gracias por recuperar estos fragmentos.

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    1. Gracias por tus sabias observaciones, y por saber valorar este tipo de artículos costumbristas. Saludos

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  2. Majisimo, que entretenida la forma de escribir. Me encanta , gracias por recuperar estos fragmentos.

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